Pasando
por la calle de llovizna,
prohibido
el duelo,
sin
verte te veo.
Al
final estás... aunque no estés,
el
pino raro se estremece
tras
el muro impávido,
las
casas son las mismas,
la
vida es diferente...
la
traición del fin con su silencio.
Sólo
unos huesos que descubro
que
son míos
me
hablan de ti.
Son
los tuyos
los
que se encierran tras la tapia…
Tú te encuentras
en
la casa de mi cuerpo,
en
la memoria agridulce,
en
el principio de mi misma,
en
eso que llaman ADN
y
no tras los muros
de
este cementerio
que
está al final de la calle,
por
donde me pesa pasar
porque
siempre te encuentro.
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Inmaculada
Jiménez Gamero
16
DE FEBRERO DE 2014