Hay un grito en el asfalto,
en el suelo quebrado de la tarde,
donde zozobra la hoja seca
y un hilo de sangre
emprende camino hacia la tierra.
Atajo en la inocencia de tus sueños
y en tus incrédulos ojos de pureza.
Hay un grito repetido en el suspiro final
de un gorrión que aprendía a volar.
Niño de la muerte,
dolor que pudre el mundo,
tu cara de vino,
tus manos indómitas,
mis lágrimas huyendo de la imagen menuda
de tu cuerpo inerte, sin vida,
y con el rio de tu néctar extendido.
Hay más grito en mi estómago de piedra,
hay más llanto que el mío,
el de todas las madres que lloramos
y arrancamos las entrañas a la guerra.
Se repiten más gritos en mi noche,
es tu voz suplicante,
clamando que te devuelvan tus juegos.
Y me acaricias con tu mirada profunda
de tristeza sin par,
de dátiles dulces,
y despierto con mi conciencia tronchada
sabiendo que nada pude darte.
Niño de la muerte en mi piel erizado,
vacía sin ti la luna ultrajada.
Niño de la muerte,
qué importa mi lamento,
qué importa que recuerde tu sangre derramada,
si no podré devolverte los lápices de tu infancia.
12 de Julio de 2014
Inmaculada Jiménez Gamero
SafeCreative
Crudo como la realidad que están viviendo algunos niños,
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