Se convirtió mi alma
en la fragancia amarilla
de un cartero olvidadizo.
La dejó en el buzón del
tiempo,
reparto de ausencias
camino de abril y mayo.
Inmortal y moldeada
en el poso de la vida,
entre tus brazos y los
míos:
he sabido que nunca llegó
a su destino inaccesible.
12 de Noviembre de 2014
Inmaculada Jiménez Gamero
SafeCretive
Precioso poema, de esos que te llegan por su dulzura.
ResponderEliminarMontón de besos!!
Pasamos la vida esperando esa misiva que puede abrir la luz en los silencios, más pasa la cinta transbordadora por años horas y minutos hasta que el alma palidece en el olvido, pasa el tiempo sin recibir ese sorbo dulce que embriague el pulso de plenitud en la parcela más intima de los deseos.
ResponderEliminarAhora sólo llegan cartas comerciales a los buzones, Inma. Nos hemos mecanizado y sintetizado hasta el punto de no escribir apenas cartas personales. Por eso este poema, y por eso la carta de la que hablas, pese a no llegar a su destino, tiene el valor de los actos que todavía nos salvan.
ResponderEliminarLa carta más hermosa no requiere papel para ser escrita. Su contenido se escribe, envía y recibe de otras formas. Se siente en todo el cuerpo y se franquea con un dulce beso...
ResponderEliminarUn poema maravilloso
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