FOTO PROPIA |
Siempre
escuché hablar a mi madre
de
costuras y pespuntes.
Ella
cosía con su Singer
y
la tarde se vestía de luna.
Yo
odiaba a la aguja enrabietada
por
temor a que cogiera
sus
dedos tan bellos.
Mi
madre sin querer
no
me hizo libre,
me
sostuvo entre organzas de seda
y
enjambres de llanto contenido.
Mientras,
desde
el ático acristalado
que
vibraba con suspiros de volanta
yo
miraba allá afuera,
alejaba
mis ojos encerrados
hasta
la última estrella
de
mi pequeño firmamento.
Nueva
York, Boston,
tambores
de libertad,
Walt
Whitman en todas
las hojas del otoño.
Mi
madre ya guardó la vieja máquina
y
hoy me pregunta:
¿existe
la eternidad detrás de
esta ventana?.
Amanda Gamero
17 de Enero de 2015
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