Dejo los paisajes que
vi
Para la luz de
aquellos ojos viajeros
Y aquella quietud de
las tardes desmayadas
Al caminante sin rumbo
Que forzó su amargo
destino
El paseo del mar en la
piel salada
A las sirenas de
ciudad
Que visitan la playa
con luna
Dejo el silbar del
viento entre montañas
A los que amen la
atolondrada búsqueda
Por los confines del
alma desconocida
La humildad de la
piedra
O de la hoja
empobrecida
A los que tuvieron
fortuna en su camino
El sol del amanecer
que gozo y amo
A la piel que se nutra
de poesía
La pasión del
atardecer
Con sus colores de
telas volando al viento
Para quien ejerza el
verbo amar sin condiciones
Y los campos de
amapolas salvajes
A quienes quieran
encontrarme
Cuando mi llama se
apague para siempre.
Inmaculada Jiménez
Gamero
14 de Abril de 2012
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