Llegó por la tarde,
era pequeño y delgado,
se coló entre la gente
que volvía de cualquier cosa.
Dispuesto a colgar su sombrero,
desapercibido,
desprovisto de lo necesario.
Por sorpresa,
como salta el conejo de la chistera.
Y se acomodó en los días,
y ellos fueron su resorte.
Hubieron mariposas,
hubieron melodías,
de amor, y algún despecho,
y acarició los pétalos de la piel deseada.
Vivió las estaciones repetidas,
sostuvo con fuerza
los momentos prisioneros…
durmiéndose,
tras los besos noctámbulos.
Por fin despertó en raíces
para convertirse en árbol.
El amor llegó cuando quiso
y fue una tarde improvisada,
sin apariencia de gala,
humilde como el viento
se quedó para siempre,
como se queda lo verdadero.
Inmaculada Jiménez Gamero
01 de Septiembre de 2012
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