No tiene rumbo el destino,
camina como el gato,
con su radar de instinto.
Como alma machacada,
deambula entre los sordos
y los ciegos semejantes.
Entre las calles sin número
de una angustia que crece,
aturdido por los tubos de escape
de la ira miserable.
No tiene rumbo el destino,
no atiende a la noche,
espesa de niebla maloliente,
ni a la cruda madrugada
del frio más penetrante,
ni a los llantos torrenciales,
de los huérfanos
de padre y madre.
No tiene rumbo el destino,
ni metas lejanas de codicia,
solo asiente confundido,
mirando tras la ventana
el guiño de la muerte impenetrable.
12-12-12
Inmaculada Jiménez Gamero
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