Del mismo útero de luna azul
acogedor y silencioso,
de la madre que elegimos
para perdurar en el espíritu,
del mismo lugar venimos.
Entre las manos adornadas
de caracolas de almas,
nos fundimos en el tul
de la carne ensangrentada.
El mismo corazón latiéndonos,
amniótico mundo del destino
que nos abrazó de vida,
entre lo carnal y lo divino.
En el mismo delantal lloramos
por las cosas pasajeras
magnificadas de niños.
Correteamos los mismos pasillos
con las mismas andaderas,
desconchadas y abocadas
a desaparecer en el olvido.
Del mismo pan comimos,
el mismo techo fue nuestro abrigo,
y la sangre canal de riego
tuya y mía, es testigo.
Roja y cobalto de grandezas,
repleta del amor ofrecido.
No sé dónde pararan los huesos
que visten nuestra presencia,
pero sé de dónde venimos,
del mismo ser,
del mismo universo,
del mismo baúl de la existencia.
Inmaculada Jiménez Gamero
14 de Abril de 2012
Preciosa forma de reconocer la grandeza compartida con un hermano de sangre.
ResponderEliminarYo no tuve el privilegio de dialogar con una hermana que me arrebató la vida al poco de nacer pero me ha encantado leer tus versos que son certeros y muy emotivos. un abrazo.
Gracias Granada por tú comentarío, cualquier apreciación tuya me honra.
EliminarEmotivos y sentidos versos. Un placer leerlos. Un abrazo.
ResponderEliminarfrancamente Inma de lo mejorcito que he leído.Reflejas con ternura y diría maestría lo que dos hermanos viven...( ya sabemos de nuestro paralelismo )Me ha emocionado y creo que cada palabra encaja a la perfección.muy bueno.
ResponderEliminargracias
Rosario
Gracias por pasar y dejarme vuestra impresión. Un abrazo.
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