viernes, 2 de diciembre de 2011

EN LOS DÍAS DE FRIO


En los días de frío tú calentaras mis manos,  pero detente a mirar mis ojos e indaga en el secreto que nos une. No quieras pasar  a prisa por la estación donde las pupilas se absorben y solo encuentran una luz verdadera. Tú pondrás la leña que cogimos mientras vivimos y yo pondré la eternidad, en las palabras de nuestro amor que serán heredadas. Yo te elegí para mí vida y para mi muerte, y esa química inteligente como buena ciencia sabe que eres mi honor y mi presente. No te diluyas en el agua del día a día y quédate en el verbo amar más exigente. Te quiero más allá de la palabra que se emite extemporánea y más allá de las cenizas que volaran a ninguna parte. Por eso, vamos a casarnos todos los días en cada cosa que compartimos,  a regalarnos la paz en cada suspiro, y a equilibrar los agravios con pellizcos de esperanza, en brazos el uno del otro. Yo solo veo un horizonte y es tu alma ensamblada con la mía, tenue de vida y con abrazos de abrigo y lana. Yo solo veo la manta de tus manos en la eterna juventud de la noche. Por eso quiero que te detengas de vez en cuando en el camino que andamos, pares los relojes y destruyas el escenario impuesto, para seguir creando el nuestro, el que nos llena y nos sirve de consuelo para seguir caminando sobre las ascuas de un mundo, que no es el que quisiéramos dejar de legado.  

Inmaculada Jiménez Gamero