martes, 10 de diciembre de 2019

PALABRAS COMO VÉRTEBRAS

    
El día cuatro amaneció muy lluvioso y no aminoró, no, todo lo contrario, fue en aumento. A medida que se acercaba la hora, más llovía. Ya era consciente del peso del agua en mi poemario. Mercedes también me lo recordó por la mañana, justo cuando parecía que en cualquier momento dejaría de llover. —Es curioso, quería hacer bastante hincapié en la tercera parte de tu poemario, El agua que se escapa, creo que tiene mucha importancia en el conjunto...con este día parecerá un chiste —dijo ella, casi sin querer pronunciarlo.  Y así lo hizo, tal como me había dicho por la mañana. Y mientras lo exponía con la brillantez de saberse las lecciones, sobre todo las de la vida cuando llueve, aún llegaban amigos y familiares mojados sin compasión. 
    La entrada de la biblioteca Gòtic-Andreu Nin de La Rambla era una gran antesala de paraguas de colores limpios. El suelo resbaladizo brillaba. 
El agua es purificadora, limpia y nutre, como los ríos vibra por la corriente de los sentimientos. El agua es vida que vive. 
    Mercedes Gascón Bernal y Margarita Espuña presentaron Palabras como vértebras, mis dos mañas como yo las llamo. Mujeres fuertes mis amigas, como las mujeres de Aragón (ahí siempre me encontraréis: impulsando los referentes femeninos). La primera lo hizo desde la parte más literaria y como poeta, la segunda introdujo ciencia y poesía girando alrededor del conocimiento. Y ahí estaba yo, con mi cabeza en el cristal y en el aguaceros; en los que acudían tarde, en los que no llegaban a tiempo, en los no pudieron llegar, y en Palabras como vértebras, pero ahí ya hacía muchos años que me resguardaba.   
    Todo pareció real, las palabras pudieron con el vértigo y un equilibrio de ficción sostuvo mis vértebras entre la espalda y el pecho, entre el sentido de la vida y de los afectos. 

    Gracias a la Biblioteca Gòtic Andre-Nin por la acogida, a Alberto Trinidad y a Ediciones Oblicuas por creer en mi, a Mercedes Gascón y a Margarita Espuña por la presentación de la amistad y la poesía, a Felipe Sérvulo por ¿Palabras? y por todo lo que encierra la pregunta. A Mar Montilla por regalarme lo mejor de ella; a mis amigas de la infancia y hasta siempre, a Club Marina por salvarme del hundimiento, a mi familia porque gracias a ellos soy este ordenado desorden, a mis rubias y a los jueves de terapia. A la amistad sin fronteras, a los amigos de tus amigos porque también ellos son mis amig@s, a Aunando Artes y a Ceci Rodríguez por la hermandad, a Escritoras viajeras por acompañarme en la aventura de dar voz a las mujeres en la literatura y a través del mundo. A Enrique Clarós porque encabeza uno de mis poemas con una de sus obsesiones, a mi gran amiga y maestra Mónica Ivulich porque gracias a ella entendí, como Apodemia, que debo seguir con la compañía de quienes llegarán. Por último a todos los que me escribieron desde muchas partes, y que fueron tantos que no pude responder hasta bien pasada la tarde del jueves.