sábado, 22 de septiembre de 2012

POEMA DESDIBUJADO

Me muero justo cuando la noche aprieta, entre olas de lamentos molidos por estrellas, y cierro los ojos para no ver el violeta desapareciendo entre las montañas de mis penas. Y al pasar el barco fantasma y embustero se desvanece el olor a lluvia en el filo del mar, y se ondula mi pelo, y se pierde el enredo del ovillo de rostros que contiene el cerebro… del racimo de besos que guardé para ellos. Llegan las sombras de todos los momentos que viví sin medida, que gocé sin prudencia, quemándose la brújula que orientaba mi retorno. Ahora solo tengo el crujiente corazón latiendo y las espadas veloces cruzándose en el vuelo. Tertulias de ideas con mi mente serena y lúcida, voces confusas de locos que me conocen, arañando corajes, masticando soledades, senderos tardíos que conservo impecables, callejuelas bordadas con olor a polilla. Y se arman los folios de verdades, y muere conmigo cada palabra, cada estrofa dibujada con colores de luz amarga, untada de marchitos y rancios jazmines. Se va el alma en la fragancia que se deja tras el paso de la huella repetida, y así mi último latido se unirá a la madrugada, se unirá a más latidos deseosos de estar vivos, alejados, invisibles a la retina con vida que caminó mis caminos solitarios, desapercibidos, que modificó mis tardes y mis días, teniendo un poema desfigurado entre sus manos.


Inmaculada Jiménez Gamero
19 de Septiembre de 2012