La poesía es mucho más que un género literario de protagonismo estético.
Se distancia del lenguaje cotidiano para buscar emociones remotas que nos
proporcionan imágenes distintas a las que solemos ver, nos ayuda a mirar de
otro modo al que estamos acostumbrados. Siempre digo que un poema es una
historia comprimida que contiene un código de comunicación, podemos descifrarlo
o creer que nuestra interpretación es aquella que el autor quiere transmitir,
aunque no siempre sea así.
Cuando leo un poemario me gusta hacer una primera lectura, yo diría que a vista de pájaro, algo ligera, para situarme y obtener unas primeras impresiones “del poeta” (en este caso). Una vez que he sobrevolado el paisaje me adentro en esas historias como una espía en busca del motivo de la creación. Intento hallar el significado más próximo a la existencia de esas palabras situadas con esmero. Es una tarea que amalgama la experiencia vital del poeta y la mía propia al leer, por lo tanto, de esa gramática y arquitectura construyo mi realidad. Por supuesto habrá tantas como lectores.
Mi lectura sobre el poemario de Tomás Sánchez Rubio, Días de redención, (2019, Ediciones La huida) me sitúa en las calles estrechas de su niñez, en la memoria infantil que se encuentra con el habitante liliputiense de aquella nación isleña de cuento. Lo que está claro es que Tomás consigue ordenar su mundo sobrevolando la patria de su niñez y su tierra, se redime en la memoria de los recuerdos. Porque la memoria, como la inocencia, tienen efecto retorno, como el flujo sanguíneo de vuelta al corazón.
Él jura no volver a ser niño, pero al jurarlo se desdice con la misma
rotundidad. En sus versos recuerda la copla del clavel como el olor humilde a
calabaza, lo hace desde la voz que solo el amor puede traernos de la vida vivida.
Deja palabras a su suerte en los libros que lee cuando el silencio le hace
reconocer otros mundos imposibles. Acaricia al padre en la escultura, en los
sueños, en las gardenias blancas, y en el pan de los domingos. Recuerda a la
madre o madres en el nombre de Inés con su cara de lluvia, y en el de María,
mujer trinchera. La claridad se la cede a los extraños amigos de verdad y a la
siesta de la niña que juega a la vida incapaz de dormir. El insomnio y la
despedida para los corazones solitarios
que duermen al raso, y las noches de paz a los ojos inquietos de niños
colocando sus zapatos en las ventanas.
Curioso poema el llamado Nugae
(cuestiones de poca importancia); lo relevante es lo sencillo en oposición a
las “treinta monedas de Judas” o forma de traicionarse como conveniencia mutua
entre dos. Y los paisajes, con su recia madera, con sus mirlos…escenario de padres
a hijos, mientras llegan ocasos, siempre, —“bajo el ingrato e injusto sol de la
memoria”—, hasta romperse la inocencia detrás de unos ojos miopes que observan
el misterio que lo rodea. El poeta
adolescente descubre playas y se acerca a sus orillas, entiende que las
fronteras son espuma; de un lado el agua, y del otro la arena. La puerta falsa
de la casa grande con su patio de paredes blancas, y el otoño que buscaba salidas
por su obligada carga de exámenes. Esencia, recuerdos de imágenes vivas, después
de tanto después. Emociona visualizar a un poeta contando granos de arena en el
cementerio Porte Sante. El joven contempla su propio nombre en un breve
epitafio.
Siempre subyace la nostalgia del ayer. Pero también ahonda en la
necesidad actual de hallar algún salvador más allá de definitivos y
definiciones, en el vacío desnudo de maltrechas almas —dice el autor.
Tomás Sánchez Rubio consigue con Días
de redención, redimirse en la memoria de los recuerdos desde la calle
maltrecha de la infancia. Existe profundad en toda la obra; una puerta abre otra
puerta y así hasta encontrarlo en la reflexión de la última batalla, en la de
las calaveras y la resurrección: cosas mundanas —dice.
Los lectores de Días de redención tendrán la oportunidad de leer este poemario de
gala que mantiene un puente entre pasado y futuro pero que está bien anclado en
el presente.
Los títulos de algunos poemas han servido a esta humilde lectora de tobogán de juego para comentar la interpretación de la lectura. Felicito a Tomás Sánchez Rubio por este excelente poemario que encierra el gran poeta que es, también por su calidad humana y por la humildad que posee, cualidad que debe tener el escritor de ley.
Y como no me gusta hacer demasiadas entradillas literales de lo que el
lector debe interpretar, solo destacaré parte del poema “Retorno a la
inocencia”, que me parece memorable como tantos otros podía haber elegido:
Te dicen que en la vida
no te regalan nada;
que el cariño
hay que ganárselo
cada día con el sudor
del corazón.
Solo sé que lo difícil
se hizo sencillez
en el milagro cotidiano
que acontece y perdura
solo muy de vez en cuando
entre los seres que aman.
Tomás Sánchez Rubio se ha ganado mi cariño con el sudor de poemas como este.
Ha sigo un placer recibir y leer este poemario con una dedicatoria entrañable. Muchas gracias Tomás.
ResponderEliminarPreciosa y estimulante reseña.
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