DEL 7 DE JULIO DE
2014.

…Amo la palabra, la
amo con toda su dimensión. Con las palabras pensamos, con ellas amamos, nos
comunicamos, y según como lo hagamos así somos. Con las palabras se trazan los
versos que acuden a media noche para decirme…algo pasa, si no puedes dormir:
construye versos.
Agradecer
públicamente ha de ser una muestra escueta, donde exponer resumidamente
una respuesta de compensación hacia las personas por las que sientes una
deuda emocional. Pero el corazón me lleva más allá de lo meramente escueto en
las palabras que pronuncié la noche del sábado, y quiero ampliar dicho
agradecimiento para llegar hasta lo más inverosímil, y a la vez importante.
Es el primer premio
literario que recibo, no en cambio en mi trayectoria profesional. Estos
últimos (son varios), los recibí por un esfuerzo continuado de años en la ardua
labor de gestionar satisfactoriamente la empresa de la que era gerente, y que
me provocaron satisfacciones mercantilistas y de reconocimiento de equipo.
En cambio recibir
el Primer Premio de Poesía del Semillero Azul es un reconocimiento emocional a
mi esencia de poeta que nunca olvidaré, y que ha venido cargado de frutos
imposibles de borrar.
En especial porque
fui testigo de la gestación de este Círculo Artístico y Literario, cuyos
miembros y poetas me dejaron un gran recuerdo, y marcaron mi espíritu poético.
A la primera que
quiero hacer extensivo mi agradecimiento es a la causante de uno de los poemas
premiados, mi hija Patricia Jiménez que desde que nació ha sido diana
insustituible donde mis versos y cartas han ido dirigidos.
A la sonrisa
sensible pero vigorosa de mi hijo, animándome con un: Mama lo harás muy bien,
tranquila>.
A la comprensión de
mi marido, apoyándome en mis decisiones, y en mi vocación.
A mi madre que sin
ser consciente, me roba gran parte del tiempo que quisiera dedicar a escribir,
pero a la que perdono porque me aporta amor incondicional, y que me dijo al
salir: <Estás muy guapa, tendrías que haber tomado una tila>. Ella
lo arregla todo con una de esas infusiones.
A mí hermano, el
autor Jorge Gamero, por ser cada día más auténtico, y por su comentario:
<Fue un evento cargado de emociones y de sencillez. Mi hermana merece ese
reconocimiento. Nació poeta y lleva toda su vida gritando en silencio su
sensibilidad>. Nadie mejor que él conoce lo que
desde niña llevo haciendo, y que no es otra cosa que encerrarme a escribir.
A mi hermana y
cuñada Salvi, que cuando llegó a casa después del evento, me envió un
mensaje antes de dormir, que decía: < Estoy muy orgullosa de ti>. A ella
por ser una heroína de mujer, que como muchas mujeres construimos las
verdaderas historias de nuestras familias, con tesón, con fuerza, y con la labor
diaria que representa llevar hacia delante; trabajo, hijos, vida.
A los miembros del
jurado, en especial a su presidente Alejandro Ahumada, por considerar que mi
trabajo debía de ser premiado, espero seguir cumpliendo las expectativas de
esta vida de poeta que me ha tocado vivir.
A todos los que han
organizado este evento, que perdurará en mi memoria, y que espero sea el
comienzo de esa etapa de la que ya no quiero alejarme nunca.
A Maria Pilar Goméz
de Miguel que también es miembro fundadora del Semillero, y que después de
tantos años continuamos compartiendo el amor por el arte. Ambas somos
compañeras de las tertulias literarias que organizamos cada primer martes de
mes.
A la mirada
cómplice de Granada Sandoval que sentada a mi derecha, templaba con su
mirada experimentada en estos lares, mi nerviosismo a flor de piel. Ella
fue la artífice del Semillero, además de presidenta fundadora, y para mi
es una madre espiritual, y amiga del alma.
A Cati Gómez García
quien se empeña en llamarme “orquídea blanca”, cuyo significado me obsequia de
femineidad, de verdad, y de transparencia, y que representa nuevos comienzos
para la persona que la recibe. Su crónica revitalizante y enérgica como ella, cautiva
por su frescura, y me inyecta de esperanza renovada. Su carácter jovial y su
chispa son imprescindibles en los momentos que vivo.
A Encarnita Buges
Ballesteros, por su presencia, bellísima rapsoda y mujer sensible, amiga de sus
amigos y del arte de la palabra, quien se ofreció para leer mis trabajos, y que
siempre tiene un comentario amable en sus labios.
A Genoveva
Fernández compañera de tertulias y maravillosa actriz, con una vida admirable,
y con una juventud inusitada de más de setenta años (nadie lo diría), que
quiere interpretar mis poemas. Ardo en deseos de escucharla.
A todos los amig@s
que me han felicitado, y me han mostrado su cariño.
A Zuhair, el marido
de Mar quien cargado de paciencia, (la que él tiene, y que desprende en su
conversación sabia y pausada) compró el papel donde se envolvió, lo que
iba a ser uno de los regalos más maravillosos que nunca he recibido. Lo imagino
seguramente eligiendo entre varios estampados, y decidiéndose finalmente por el
de color malva, y de florecillas silvestres, considerándolo más apropiado
para la destinataria.
A Mar Montilla que
como broche de oro, me entregó un manuscrito en homenaje a nuestra amistad,
y a la que visualizo quemando el contorno del papel que rubrica nuestro
cariño incondicional. También me entregó en exclusiva su primera novela aún sin
publicar, y que es fiel testigo del conocimiento mutuo de nuestra existencia.
El gesto de Mar representa el mayor de los premios de mi vida, ser
parte fundamental en el corazón de las personas que quiero.
Gracias a todos.
8 de Junio de 2014
Inmaculada Jiménez Gamero.
HONRAR LA VIDA
Vuela mi alma
cargada de angustia,
en el ser de la mariposa.
Vuela a tu lado
acercándose a tu ventana,
como cada día.
Flirtea entre los cristales
de la lejanía,
poniendo dos te quiero
con el vaho de mi aliento
entre el aire y los tejados.
Vuela el desvelo
cada mañana
y lleva mi corazón envuelto.
Vuela el amor más grande
nunca interpretado…
entre las torres de alta tensión,
saboreando las lágrimas
que siempre me trago.
Vuela entre las alas anaranjadas
de mi cordura,
enjugándose de fantasías
y silencios locos,
tomando respiro
con el oxigeno prieto
de un alba contaminada.
Vuelo hasta allí
porque te siento…
porque solo mi ausencia
podrá hacerte entender,
cual es mi amor.
Me paseo todas las mañanas
con aquel propósito nunca vencido
que me lleva para verte,
con sus remiendos color desazón,
y su sonajero de vientre alado.
Desde esta fábrica de emociones,
solitaria, callada,
pero siempre vigilante.
Entre los nudos de mi estomago
lastimado y triste,
siempre querré volver al pasado,
de puntillas…
y verte jugar con las cosas
ya pérdidas.
En ese pedazo de vida
que
el reloj descuartizado quiso retener,
con su minutero lento de tardes
de verano envueltas en
juegos,
y cuentos infantiles reflejándose en tu risa.
En esos días que te asomas
tras las bambalinas de tus
ojos
y mueves tu menuda existencia vestida
del azul turquesa
de tu mirada.
En ese pedazo de sueño de
mis afectos ineludibles,
te encuentro entre las ramas erguidas de mi orgullo
como el bambú enaltecido
queriendo abrazar el cielo
índigo.
Cargada de alforjas de verdades
y telas de oriente que te
ciñen,
tatuada de fuentes de versos
que yo impregno en tu piel,
embadurnada en briznas de pétalos violetas
y placenta aromática del perfume de madre brotando.
En este pedazo de mundo
que
hemos conseguido tú y yo
desde el minuto cero en que vistes la luz,
donde mi vida se alargó y se prolongó
como una sombra alzándose
en mi descendencia de yedra,
como una savia diferente
entre la sangre solitaria de mis
manos,
como un susurro del mañana cantando entre voces,
terciopelos de victoria.
En este pedazo de dolor
que
tomó relevo y te acogió a la tierra
como trato inherente al legado mortal y trasmutable,
en este espectro que lleva el viento cuando te alejas,
para traerte cada segundo
al latido de mi corazón
quebrantado.
En este pedazo de piel embrionaria
en que nos convertimos
cuando a través de nuestro cuerpo
otro cuerpo se dibuja
y su llanto rompe las paredes convirtiéndolas
en papel de
seda,
creando un hilo invisible pero vibrante
que traspasa el
alma.
En este pedazo de vida
que
hace años me prestaron como emisario de amor,
mi útero eligió abrigarte
para hacerte corresponsable de
mi existencia,
para prestarte algún color
que las vivencias juntas nos
trajeron,
para hundir nuestros pasos por las arenas mojadas
y brillantes del atardecer
y crear ese surco de pisadas
que nos llevará a amarnos
por encima de todas las cosas.
Mi camino se llama fin,
y no hay nada que se alcance.
Ninguna cosa permanece para siempre.
Se van los padres con su esfuerzo,
con su mensaje de amor en los labios.
Se van los amigos que te acompañaron
y compartieron fracasos.
Se van las cosas bonitas que perdiste,
lo imprescindible y lo menos importante,
todo se va.
La palabra nada se va extendiendo en el vacío
y es tan inmensa que la veo en todo el universo.
Tengo que honrar la vida…me digo,
y salgo besando el aire,
y miro más allá de la pupila,
y contemplo lo diminuto, la esencia,
lo inconfundible de vivir.
Inmaculada Jiménez Gamero.
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