FOTO PROPIA
Sé que huyó del tránsito de
mis ojos
pero los suyos fueron mares.
Mares de vida revuelta
entre oleajes de córneas,
y un iris indeciso de
llantos.
Bajo el sombrero,
todo era su casa,
y los felinos habitantes,
antiguos Dioses de Egipto.
No hay nada más allá,
las pirámides pasaron de
largo,
la plaza quedó quieta,
la tarde se perpetuó de
piedra
y se convirtió en memoria.
Si acaso alguien la amó,
si alguna vez fue acuarela de
luz
y joven resplandor de
primavera,
si sus brazos fueron puentes
que extendieron hijos y
abrazaron perlas,
hoy, la boca de la estación
se hace noche
cuando la moneda tintinea en
el cuenco.
9
de Abril de 2015
Inmaculada
Jiménez Gamero
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