miércoles, 11 de junio de 2014

EXTENSIÓN DE MI AGRADECIMIENTO PÚBLICO POR EL PREMIO RECIBIDO.





1º PREMIO DEL XXIII CERTAMEN DE POESÍA DEL CÍRCULO  ARTÍSTICO Y LITERARIO  “EL SEMILLERO AZUL”.
DEL 7 DE JULIO DE 2014.



…Amo la palabra, la amo con toda su dimensión. Con las palabras pensamos, con ellas amamos, nos comunicamos, y según como lo hagamos así somos. Con las palabras se trazan los versos que acuden a media noche para decirme…algo pasa, si no puedes dormir: construye versos.

Agradecer públicamente ha de ser una muestra escueta, donde exponer resumidamente una respuesta de compensación hacia las personas por las que sientes una deuda emocional. Pero el corazón me lleva más allá de lo meramente escueto en las palabras que pronuncié la noche del sábado,  y quiero ampliar dicho agradecimiento para llegar hasta lo más inverosímil, y a la vez importante.
Es el primer premio literario que recibo, no en cambio en mi trayectoria profesional.  Estos últimos (son varios), los recibí por un esfuerzo continuado de años en la ardua labor de gestionar satisfactoriamente la empresa de la que era gerente, y que me provocaron satisfacciones mercantilistas y de reconocimiento de equipo.
En cambio recibir el Primer Premio de Poesía del Semillero Azul es un reconocimiento emocional a mi esencia de poeta que nunca olvidaré, y que ha venido cargado de frutos imposibles de borrar.
En especial porque fui testigo de la gestación de este Círculo Artístico y Literario, cuyos miembros y poetas me dejaron un gran recuerdo, y marcaron mi espíritu poético.
A la primera que quiero hacer extensivo mi agradecimiento es a la causante de uno de los poemas premiados, mi hija Patricia Jiménez que desde que nació ha sido diana insustituible donde mis versos y cartas han ido dirigidos.
A la sonrisa sensible pero vigorosa de mi hijo, animándome con un: Mama lo harás muy bien, tranquila>. 
A la comprensión de mi marido, apoyándome en mis decisiones, y en mi vocación.
A mi madre que sin ser consciente, me roba gran parte del tiempo que quisiera dedicar a escribir, pero a la que perdono porque me aporta amor incondicional, y que me dijo al salir: <Estás muy guapa, tendrías que haber tomado una tila>.  Ella lo arregla todo con una de esas infusiones.
A mí hermano, el autor Jorge Gamero,  por ser cada día más auténtico, y por su comentario: <Fue un evento cargado de emociones y de sencillez. Mi hermana merece ese reconocimiento. Nació poeta y lleva toda su vida gritando en silencio su sensibilidad> Nadie mejor que él  conoce lo que desde niña llevo haciendo, y que no es otra cosa que encerrarme a escribir.
A mi hermana y cuñada Salvi, que cuando llegó a casa después del evento,  me envió un mensaje antes de dormir, que decía: < Estoy muy orgullosa de ti>. A ella por ser una heroína de mujer, que como muchas mujeres construimos las verdaderas historias de nuestras familias, con tesón, con fuerza, y con la labor diaria que representa llevar hacia delante; trabajo, hijos, vida.
A los miembros del jurado, en especial a su presidente Alejandro Ahumada, por considerar que mi trabajo debía de ser premiado, espero seguir cumpliendo las expectativas de esta vida de poeta que me ha tocado vivir.
A todos los que han organizado este evento, que perdurará en mi memoria, y que espero sea el comienzo de esa etapa de la que ya no quiero alejarme nunca.
A Maria Pilar Goméz de Miguel que también es miembro fundadora del Semillero, y que después de tantos años continuamos compartiendo el amor por el arte. Ambas somos compañeras de las tertulias literarias que organizamos cada primer martes de mes.
A la mirada cómplice de Granada Sandoval que sentada a mi derecha,  templaba con su mirada experimentada en estos lares,  mi nerviosismo a flor de piel. Ella fue la artífice del Semillero, además de presidenta fundadora,  y para mi es una madre espiritual, y amiga del alma.
A Cati Gómez García quien se empeña en llamarme “orquídea blanca”, cuyo significado me obsequia de femineidad, de verdad, y de transparencia, y que representa nuevos comienzos para la persona que la recibe. Su crónica revitalizante y enérgica como ella, cautiva por su frescura, y me inyecta de esperanza renovada. Su carácter jovial y su chispa son imprescindibles en los momentos que vivo.
A Encarnita Buges Ballesteros, por su presencia, bellísima rapsoda y mujer sensible, amiga de sus amigos y del arte de la palabra, quien se ofreció para leer mis trabajos, y que siempre tiene un comentario amable en sus labios.
A Genoveva Fernández compañera de tertulias y maravillosa actriz, con una vida admirable, y con una juventud inusitada de más de setenta años (nadie lo diría),  que quiere interpretar mis poemas. Ardo en deseos de escucharla.
A todos los amig@s que me han felicitado, y me han mostrado su cariño.
A Zuhair, el marido de Mar quien cargado de paciencia, (la que él tiene, y que desprende en su conversación sabia y pausada)  compró el papel donde se envolvió, lo que iba a ser uno de los regalos más maravillosos que nunca he recibido. Lo imagino seguramente eligiendo entre varios estampados, y decidiéndose finalmente por el de color malva, y de florecillas silvestres, considerándolo más apropiado para la destinataria.
A Mar Montilla que como broche de oro, me entregó un manuscrito en homenaje a nuestra amistad,  y a la que visualizo quemando el contorno del papel que rubrica nuestro cariño incondicional. También me entregó en exclusiva su primera novela aún sin publicar, y que es fiel testigo del conocimiento mutuo de nuestra existencia.   El gesto de Mar representa el mayor de los premios de mi vida, ser parte fundamental en el corazón de las personas que quiero.

Gracias a todos.

8 de Junio de 2014
Inmaculada Jiménez Gamero.




HONRAR LA VIDA 



Vuela mi alma

cargada de angustia,

en el ser de la mariposa.

Vuela a tu lado

acercándose a tu ventana,

como cada día.

Flirtea entre los cristales

de la lejanía,

poniendo dos te quiero

con el vaho de mi aliento

entre el aire y los tejados.

Vuela el desvelo

cada mañana

y lleva mi corazón envuelto.

Vuela el amor más grande

nunca interpretado…

entre las torres de alta tensión,

saboreando las lágrimas

que siempre me trago.

Vuela entre las alas anaranjadas

de mi cordura,

enjugándose de fantasías

y silencios locos,

tomando respiro

con el oxigeno prieto

de un alba contaminada.

Vuelo hasta allí

porque te siento…

porque solo mi ausencia

podrá hacerte entender,

cual es mi amor.

Me paseo todas las mañanas

con aquel propósito nunca vencido

que me lleva para verte,

con sus remiendos color desazón,

y su sonajero de vientre alado.

Desde esta fábrica de emociones,

solitaria, callada,

pero siempre vigilante.

Entre los nudos de mi estomago

lastimado y triste,

siempre querré volver al pasado,

de puntillas…

y verte jugar con las cosas

ya pérdidas.



En ese pedazo de vida 

que el reloj descuartizado quiso retener,

con su minutero lento de tardes 

de verano envueltas en juegos,

y  cuentos infantiles reflejándose en tu risa.

En esos días que te asomas 

tras las bambalinas de tus ojos

y mueves tu menuda existencia vestida 

del azul turquesa de tu mirada.

En ese pedazo de sueño de mis afectos ineludibles,

te encuentro entre las ramas erguidas de mi orgullo

como el bambú enaltecido 

queriendo abrazar el cielo índigo.

Cargada de alforjas de verdades 

y telas de oriente que te ciñen,

tatuada de fuentes de versos 

que yo impregno en tu piel,

embadurnada en briznas de pétalos violetas

y placenta aromática del perfume de madre brotando.

En este pedazo de mundo 

que hemos conseguido tú y yo

desde el minuto cero en que vistes la luz,

donde mi vida se alargó y se prolongó

como una sombra alzándose 

en mi descendencia de yedra,

como una savia diferente 

entre la sangre solitaria de mis manos,

como un susurro del mañana cantando entre voces, 

terciopelos de victoria.

En este pedazo de dolor 

que tomó relevo y te acogió a la tierra

como trato inherente al legado mortal y trasmutable,

en este espectro que lleva el viento cuando te alejas,

para traerte cada segundo 

al latido de mi corazón quebrantado. 

En este pedazo de piel embrionaria 

en que nos convertimos

cuando a través de nuestro cuerpo 

otro cuerpo se dibuja

y su llanto rompe las paredes convirtiéndolas 

en papel de seda,

creando un hilo invisible pero vibrante 

que traspasa el alma.

En este pedazo de vida 

que hace años me prestaron como emisario de amor,

mi útero eligió abrigarte 

para hacerte corresponsable de mi existencia,

para prestarte algún color 

que las vivencias juntas nos trajeron,

para hundir nuestros pasos por las arenas mojadas 

brillantes del atardecer

y crear ese surco de pisadas 

que nos llevará a amarnos 

por encima de todas las cosas. 



Mi camino se llama fin,

y no hay nada que se alcance.

Ninguna cosa permanece para siempre.

Se van los padres con su esfuerzo,

con su mensaje de amor en los labios.

Se van los amigos que te acompañaron

y compartieron fracasos.

Se van las cosas bonitas que perdiste,

lo imprescindible y lo menos importante,

todo se va.

La palabra nada se va extendiendo en el vacío

y es tan inmensa que la veo en todo el universo.

Tengo que honrar la vida…me digo,

y salgo besando el aire,

y miro más allá de la pupila,

y contemplo lo diminuto, la esencia,

lo inconfundible de vivir.


Inmaculada Jiménez Gamero.
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