miércoles, 28 de diciembre de 2016

ACTO EN MEMORIA AL POETA ENRIQUE CLARÓS Y "EL VÉRTICE DE CADA HORA"



Enrique Clarós
El vértice de cada hora
Parnass Ediciones, Barcelona, 2016.

El pasado día 16 de diciembre 2016, a las 18;00 horas, en la Biblioteca Guinardó-Mercè Rodoreda, Carrer de las Camèlias, 76-80 de Barcelona, tuvo lugar un acto en memoria de nuestro amigo y compañero Enrique Clarós (Sabadell, 1959-Barcelona, 2015).

El Laberinto de Ariadna, compañeros de la Ed. Playa de Àkaba y del Colectivo de Escritores Club Marina, así como otros amigos, quisimos dedicar a nuestro compañero de letras la lectura de los poemas inéditos que escribió en su blog, y que tuve el honor de recopilar para editar el libro de la Colección Plaquette de Ed. Parnass El vértice de cada hora.
Organizado por El Laberinto de Ariadna y gracias a su presidente Felipe Sérvulo, quien presentó el acto junto a Anna Rossell, Amalia Sanchís, y a una servidora, Inma J. Gamero.

Pusieron voz a la lectura de sus poemas: David Yeste, María Jesús Vega, Dolors Fernández, Rosmarí Torrens, Jordi Jiménez Gamero, Herminia Meoro, José A. Llamas, Eugenio Asensio, María de Luís, Marta Rodríguez Iborra, y Maribel Montero. 
Percusión y efectos especiales: Mel Meliani Nasri.

El acto acabó con un vídeo montaje de Felipe Sérvulo, que recopilaba fotografías de Enrique de su paso por las tertulias en el Ateneu Barcelonès, organizadas por El Laberinto de Ariadna. 
El broche de la última fotografía nos dejó con el buen sabor de la simpatía que emanaba nuestro compañero y gran poeta.
EN LA PRESENTACIÓN DE SU POEMARIO CREO EN LA NOCHE.
Su esposa, la Dra. Candela Calle, quien agradeció el esfuerzo y cariño por parte de todos los participantes en el acto, con palabras contenidas pero emocionadas. Su hermana, la pintora Valle Clarós, acogedor y cálido corazón de artista, y sus hijos, Enric y Alma Clarós, dignos sucesores de un apellido y de una gran familia, recibieron el calor de las palabras, y por supuesto la compañía, así como todos los asistentes recibimos la calidad personal y estima de parte de ellos.


Enrique Clarós , creaba y creía en la noche. El mismo título de su poemario Creo en la noche ya nos hablaba desde dos presentes indicativos. Era su forma idealista de sostener que la mente crea dos realidades de lo vivido.  

Cuando muere un poeta el aire se convierte en ceniza, se callan las palabras de los versos no natos, pero crece el significado de sus poemas porque hallan la inmortalidad.

Enrique, repetía con frecuencia el verbo habitar, hablaba del no-tiempo, de las ausencias, de la no-existencia. Vivía en la búsqueda de un sentimiento perpetuo, de un instante perfecto en el que se concentrase la magia de la existencia, y ahí sigue.

Su poesía flotaba en el vacío y en lo insondable del pensamiento.
En el poema Caminante salvaje, dice: Si el tiempo es un invento del hombre, acaso también lo sea la muerte.    
Él buscaba el mapa de su destino, y aunque huía de expresiones sentimentales se refugiaba en la infancia y en la esencia del padre, a través de su forma existencialista de mirar el mundo.

Trabajaba en un poemario al que quería titular 
El reverso de la sombra, cuyo nombre ya nos anunció en el último verso de uno de los poemas que componen Creo en la noche (Ed. Playa de Ákaba, 2014). Parece como si hubiese querido dejar una pista, o así lo interpreto.
El vértice de cada hora se estructura en tres partes. La primera del mismo título contiene ocho poemas; la segunda, Naufragio de líneas paralelas, siete, y la última, Cuaderno de Budapest, seis.  Cada parte es encabezada por una “Obsesión” de las quince que había publicado en su blog www.intringulis.com/creoenlanoche

Veintiún poemas suman el poemario. Dicen que veintiún gramos pesa el alma,  científicos investigan en ello, algún motivo debe de haber. 
Puedo asegurar que nos hemos dejado el alma en este libro y en este acto, que se queda muy pequeño comparado con el universo de un poeta llamado, Enrique Clarós.

Y leyendo nuevamente El vértice de cada hora, me detengo en la coincidencia de los últimos versos de cada poema. Como si de un único poema indivisible se tratase, se abrazan para formar un todo. Ojos de astrónomo que desde un cielo nocturno es capaz de combinar numerosas interpretaciones y hacerlas coincidir con los movimientos geocéntricos de la vida en la tierra, y observarse a sí mismo en ella.

Inma J. Gamero

16 de Diciembre de 2016

…Y otra vez caigo atravesado por una escalofriante herida de belleza …ahí donde nace el dolor intolerable, el lugar en el que habitan todos los fantasmas …devienen inaudibles a la abstracción de las nubes …Porque tras la primera muerte, ¿qué nos queda? …susurran la inmortalidad de los perfumes sintéticos …cuando bajo un cielo partido, te despiertas muerto …une la superficie de nuestra piel desfallecida …indefinidamente separados por una extensión desierta. 
…urdidos con líneas desconocidas y memorias ignífugas …porque habitamos, lo sé, inconexas dimensiones …para al menos poder tocarnos.
…y agotar hasta la muerte el estar juntos …esa fatalidad de las líneas paralelas y el drama de intentar entrelazarlas …y esa lágrima suspendida en tu pestaña desmayándose …en la que estamos siempre juntos, como si jamás hubiéramos existido …mis dedos enloquecen porque en ellos cabe el mundo …tan impenetrable como la intimidad de un espejo a oscuras.
…dejándome sin saber si fue tu nombre el que prendió fuego a las estrellas …cuando los motivos de todo se extraviaron entre ruinas …de nubes paralíticas frente a un sol inmóvil como la muerte …donde ya no existe ni memoria ni latido, donde mis labios borrados sonríen.
Enrique Clarós


Enrique Clarós, nació en Sabadell pero vivía en El Masnou, estudió Farmacia en la Universidad de Barcelona, Cosmología en la University of Central Lancashire, Administración de Empresas en la Universidad Politécnica de Madrid y Marketing en la EADA Business School de Barcelona.
Dedicó más de 20 años a la dirección de negocios de distribución y fue empresario, mentor y asesor de proyectos de innovación en comercio. Actividades que compaginó con la de profesor en diversas escuelas de negocios.
De formación científica y empresarial, cultivó a lo largo de los años multitud de facetas e inquietudes, dialogando entre lo científico y lo artístico, una sucesión de intensas pasiones forjadas por un carácter extremadamente inquieto y a veces obsesivo. En los últimos tiempos combinó su actividad empresarial con la escritura de poesía y narrativa.
Clarós fue un escritor tardío, aunque de vocación temprana. A los 14 años dedicó muchos fines de semana a mecanografiar los manuscritos de las obras que su padre iba escribiendo, cientos de páginas de novela y ensayo que le transmitieron lo enigmático y fascinante del acto de escribir. Entonces ya supo que estaba condenado a encontrar el camino del libro y que su vida, movida por su espíritu poliédrico, sería una sucesión interminable de obsesiones y de otras vidas.
Publicó diversos ensayos, artículos académicos y algunas plaquettes online. “Creo en la noche” su primer poemario, publicado en 2014 por la Editorial Playa de Akaba. Estaba trabajando en su segundo poemario, titulada “Reverso de la sombra”.
La poesía de Clarós recoge influencias esencialistas y de la poesía metafísica y meditativa. Valente, Rilke, Cernuda, Eliot, Gamoneda o Borges son algunas de sus referencias de culto. Aunque también admiraba a Berger, Bolaño, Vinyoli, Gil de Biedma y Plath.

https://www.dropbox.com/sh/29b58yszr56ge2z/AADzFD5cNcEy8LP-dLpZzqnVa?dl=0

http://lasnuevemusas.com/not/10068/el-vertice-de-cada-hora