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FOTO PROPIA |
Puede
que el mayor grito sea el silencio,
hallar
los muertos que caben dentro,
entre
el hueco oval de las dos aurículas.
Inertes
los nombres de tantos caídos
parece
que la sangre nada cambiase
en
la senda púrpura hacía el mar eterno.
Selladas
las cuerdas de graves o agudos
la
tierra se muere en su propio cántico,
plegaria
y súplica a los Dioses buenos
entre
el crepitar de bombas enemigas.
16
de Noviembre de 2015
Inmaculada
Jiménez Gamero
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