Aquí
me tienen, comprometido con la lectura de un libro de hermandad y compañerismo.
Como crítico literario debería orientar al lector de un modo eficaz y con
mirada clara sobre el libro de relatos enunciado. En este caso no va a resultar posible porque
dos de los autores son mis hermanos, y tener la misma sangre no ayuda en la tarea para que ustedes puedan situarse frente a una posible afinidad o gusto literario. Jorge
Gamero dice que antes fue poeta y que ahora es un simple cuentista, también
dice que nació dos veces, eso sí, antes que yo. Amanda Gamero, nuestra hermana mayor, como
suele ocurrir con los poetas acepta que hasta pasado mucho tiempo nadie la
reconocerá por lo que lo es, pero no le preocupa demasiado: sabe que nadie
saldrá vivo de esta.
Somos
tres mosqueteros que viven bajo un mismo lema “uno para todos, todos para uno”,
aunque yo me quedé con la versión infantil de los mosqueperros y ellos tiraron
para la de Alejandro Dumas. La
literatura, consigna o arte de la palabra, se opone a mi particular lenguaje (particular
como aquel patio de no sé qué casa, la tuya o la mía). Jorge y Amanda siempre tienen
que recordarme cuántos años tengo, pero yo les recuerdo a ellos que estoy
aquí, y que los genios olvidamos infinidad de cosas. Como ven, he intentado
convertirme en un mediador equilibrado para acercarme a la obra de un modo
atento, pero no es posible que sea imparcial en el caso de dos de sus nueve cuentos.
Por lo tanto mi intermediación será tan breve como transmitir; que todos los
relatos ofrecen intenciones literarias magníficas y muy recomendables, y que cada uno de ellos alberga un mensaje
bien distinto y al mismo tiempo complementario. Cada cuento es como sacar un
billete que permite raptar el tiempo, nueve viajes que servirán para entender
el alma de las palabras y el lábil gemido de la vida.
—Es
que yo también iba para trovador o juglar, aunque me quedé en el limbo manso de
la felicidad, con una guitarra imaginaria entre mis brazos —.
Todo
esto no sé si disuade o persuade al posible lector de Los días lábiles de Club Marina, pero me sirve para admitirles que
todos los cuentistas somos iguales, unos fingidores de la realidad: ninguno
tenemos remedio.
Alfonso
Gamero
Cuentista
y simulador de Crítico Literario.
Me encanta este fingidor-crítico, que a buen seguro sabe encontrarle los puntos a las íes de la vida, que se quedó como tú dices en la edad de la inocencia, y que tiene tantas cosas que enseñarnos. Un relato conmovedor, se nota el amor que os ronda.
ResponderEliminarDespués de leerte, mi querido Alfonso Gamero, mejor dicho mi estupendo fingidor de crítica y palabra,he de reconocer que tus reflexiones están por encima de ese batiburrillo de escribidores y charlatanes que cada día luchamos por ganar batalla de pensamientos fugaces. Tienes toda la razón cuando dices que deseas estar imparcial en ésta lucha, admiro tu prudencias equilibrio y tu sensata paciencia, es mejor estar ausente que vivir esclavo de una afición absurda, donde cada cual a su manera, avanza a ciegas por un mundo de palabras. Tu mi genial Alfonso, eres esa ficha blanca del ajedrez de la vida, que jamas empañara tu inmaculada grandeza, tú estás por encima de todos estos descontroles cotidianos que atosigan el alma; sigue así maestro fiel del disimulo, sigue regalando criticas y suavizando ternuras, porque falta nos hace en este mundo escribidor de soñadores y cuentistas. Te abraza el alma tu más fiel admiradora. Granada Sandoval.
ResponderEliminarLo más tierno, inteligente y divertido que he leído de lo escrito entre hermanos que se aman, respetan, aceptan y admiran entre sí. Una preciosidad y el alimento de hoy para mi alma. GRACIAS!
ResponderEliminarAlfonso, el décimo.
ResponderEliminarbien por Alfonso ! :).Los Gamero unos artistas
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