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De
manos de un amable cartero llegó a mi casa La
luz del fin de la tierra de Editorial Nazarí, el poemario de Carmen
Hernández Montalbán.
Como
siempre suelo hacer con los libros de poesía, leo por primera vez para descubrir
los primeros ecos de la voz del escritor, y semanas más tarde vuelvo a releer, tal vez intentando hallar los mensajes que
quiera dar el autor, autora en este caso.
Carmen
y yo mantenemos una amistad virtual sin demasiadas incursiones pero cargada de
cariño y respeto, que intuyo mutuo, y que en alguna ocasión se ha manifestado
en el deseo de podernos conocer algún día.
Ella es de aquellas personas que traspasan poco o mucho, según se mire,
por su discreción.
La luz del fin de la
tierra, con
prólogo del poeta malagueño Juvenal Soto y epílogo de Dori Hernández Montalbán,
es un poemario de exquisita sensibilidad.
Consta
de tres partes bien diferenciadas: Oscuridad, Penumbra, y Luz.
En
«Oscuridad» hallamos el barro primigenio; la figura del desconsuelo que
inevitablemente recuerda la estatua modernista de mármol de la mujer rendida, la soledad tangible a nuestro tiempo, el
insomnio y la pesadilla de la mano, la codicia de la humanidad y el exilio como
patria.
En
«Penumbra»; el origen, los gritos ancestrales de las mujeres que no quieren ni
deben sentir miedo, la espera, el atardecer, las palabras ardientes, el tiempo
y el viajero que lo desafía.
En
«Luz», por último y en retazos de versos de la escritora; lo imaginable, el
lienzo y la música, el amanecer, el eco del universo, los sueños, los aromas que
lleva la tarde con su perfume a tomillo y manzanilla, el valor de las palabras
pronunciadas, que al hacerlo crean ecos desgranándose en papel.
Por
capricho, a veces suelo recurrir a la numerología y me ha llamado la atención,
que las tres partes suman 37 poemas que entran en sintonía con el número 10. Este
número está relacionado con los cuerpos
radiantes, capaces de crear campos de luz resplandecientes y neutralizar todo
tipo de negatividad. También señala la conjunción del ser humano con el cosmos,
luz y oscuridad que Carmen ensambla con la penumbra. Pero ahondando un poco más en la casualidad
oculta de los números, el 10 nos lleva al 1 que paradójicamente es el número que
suscita ideas y acciones. Creo que
Carmen es una mujer en constante ir y venir de inquietudes. Y como última
curiosidad diré que «El Mago» es el primer arcano que inicia el viaje evolutivo, curiosamente el poema llamado «El Ilusionista»,
cierra el poemario y lo menciona. Estos
son algunos sus versos: El mago/ escruta cálculos y probabilidades/ acaricia un
álgebra exigente/…Mi misión no es apagar estrellas/responde/ mi trabajo
consiste en encenderlas.
Puede
que las cifras sean simples elucubraciones mentales de esta lectora, compañera
de letras, que a veces juega a reseñar, pero Carmen Hernández Montalbán ha
conseguido que vea la luz después de la oscuridad.
Amanda
Gamero
9
de Junio de 2016
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